domingo, 16 de marzo de 2008

El Camello, Un pato y Mi perro

No, no... Tranquilos. No me ha dado por escribir fábulas en plan Esopo (que creo que era un monstruo en estas lides).

Tampoco me he visto enredado en ningún turbio asunto de narcotráfico con ramificaciones internacionales.

¿Por qué este título?

El Camello es una playa. Está situada entre el Sardinero y La Concha de un lado y la Península de La Magdalena de otro. Toma su nombre de una roca que hay, casi en el mar, y que como veréis en la primera foto tiene forma de.... Dromedario... Cosas que pasan.


Lo cierto es que la Playa del Camello es un lugar muy bonito pero no sé por qué es una de las playas de santander que menos he "usado". Esta mañana al levantarme he escuchado en la radio la previsión meteorológica para hoy para navegación. Han dado aviso de temporal, fuerza 8. Para que os hagáis una idea en la escala de Beaufort eso es "Temporal", vientos de 34 a 40 nudos, y literalmente dice: Grandes olas rompientes, franjas de espuma. Se quiebran las copas de los árboles, circulación de personas dificultosa. Así que he descartado salir a navegar y he decidido llevar a Nil a la playa a jugar un rato.

Al llegar a la playa he visto desde lejos que, en la orilla, había un pato (al principio pensé que era un ave muy abundante aquí, un Cormorán, pero no, era un pato).

Foto 2: El chulo del pato paseando (como se demostrará más tarde aparte de un chulo era un facineroso y un pato bastante violento).

He pensado: Bueno, seguro que se irá rápido. Error.

Así que he bajado con Nil a la playa. Nilsson es un Labradotr Retriever, lo cual quiere decir que es un "cobrador", no de deudas sino de "piezas de caza". Así que cuando ha visto al pato en la orilla, bañándose como un marqués en domingo, a Nilsson se le han despertado instintos que yo no sabía que tuviera (y que el mismo Nilsson también desconocía). Digamos que Nilsson decidió que debía "cobrar" ese pato.

Foto 3: Nilsson intentando cobrar el pato.

No hay más fotos. Todo lo que sucedió después es vergonzoso y de hecho no sé por qué os lo cuento pero lo haré brevemente. La estrategia del pato de parecer asustado de Nilsson y huir fué sólo eso, una estrategia. Este pato en concreto debe haber hecho la mili en la legión o haberse criado en un barrio muy duro porque después de entretenerse un rato, haciendo que huía de Nilsson, se enfadó o decidió que ya estaba bien de hacer el tonto y contratacó.

Puso a Nilsson en fuga hasta que el tonto de él se metió en el agua mientras el pato desde la orilla no paraba de decir: Cua, Cua. Aunque yo creo que decía, sal si tienes lo que hay que tener que te voy a dar lo tuyo y lo del inglés.

Hasta ahí yo estaba medio muerto de risa pero el pató se me quedó mirando con aire muy chulesco, debió de parecerle mal lo de mi risa y pareció pensar: a este imbécil le voy a borrar la sonrisa de la cara de golpe, porque la emprendió a picotazos conmigo al grito de Cuá, cuá. El muy cobarde de mi perro aprovechó el momento para salir corriendo del agua y subir como una exhalación, cruzando la playa, hasta el coche. Yo seguí a Nilsson y el pato me siguió a mí sin parar de decir sus Cuá, Cuá y sin parar de darme picotazos en ese sitio donde la espalda pierde su nombre.

El único consuelo que me queda es que los únicos testigos de un episodio tan bochornoso fueron los empleados municipales de limpieza de playas a los cuales les alegramos, entre Nilsson, el pato y yo, la mañana.

Nilsson y yo hemos hecho un pacto tácito de no volver a comentar este ignominioso episodio. Sólo queremos olvidarlo cuanto antes y borrarlo de nuestras mentes.

Por cierto, ya sé porque no voy a la playa del camello, porque hay patos asesinos.

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lunes, 10 de marzo de 2008

Los mejores compañeros

Cuando los has visto, aunque sólo sea una vez, no consigues quitártelos de la cabeza. Cada vez que te haces a la mar piensas, quizás hoy sea el día, ojalá hoy volvamos a vernos. Pero no suele suceder. Como ocurre con casi todas las cosas buenas de verdad, un encuentro así no se produce con facilidad. Supongo que esto forma parte de su magia.

Es algo tan difícil de explicar que no estoy seguro de si seré capaz de trasmitiros las sensaciones experimentadas y creo que, quizás, sólo me entenderán los que hayan tenido la suerte de encontrarse con ellos.

En ocasiones puedes salir a intentar avistarlos, seguir las pistas y los posibles lugares que otros navegantes te indican. Es todo inútil.

El día menos indicado, en el pedacito de mar menos esperado, miras por la amura e inesperadamente ves asomar del agua un hocico y una aleta inconfundibles. Son los delfines.

El sábado fue uno de esos días. Salimos a navegar a pesar de la lluvia, de la falta de viento y del frío. Una decisión absurda. Pero de repente aparecieron por la proa, de la nada, una pareja de delfines. No entiendo por qué, quizás sean conductas aprendidas, pero cuando los ves la sensación que te inunda la mente y el corazón es inconfundible, una inmensa paz y una tremenda alegría, de esa que parece que no te cabe en el pecho. Cuando ocurrió el sábado tenía la cámara de fotos en el bolsillo, y sin embargo no quise fotografiarles, pensé que era un momento tan especial y tan feliz que no quería desaprovechar ni un segundo, me dije: no sabes cuando volverás a verlos o incluso si volverá a ocurrir, disfruta, no malgastes este regalo.

Son animales especiales, creo firmemente que tratan de comunicarse con nosotros, que en esa mirada tan profunda hay una gran inteligencia. Pero no logramos entenderlos.

Se quedaron poco tiempo, nadando y jugando alrededor del barco y tan inesperedamente como habían aparecido se marcharon.

Espero volver a encontrarme pronto con ellos.

El sábado recordé estas palabras de Arturo Pérez Reverte

El faro de la Nao

[...]Pero de pronto se agita el mar y una manada de delfines se pone a nadar junto a tu proa, con los reflejos del faro y de la luna en sus lomos al cortar la superficie del agua; las crías, más pequeñas, acompasando su movimiento al de las madres. Y tú les gritas: "Buena suerte". Y piensas que a lo mejor no todo está aún perdido, y ni siquiera la maldad, la estupidez y la ceguera bastan para destruir todas las cosas hermosas. Y luego, rompiendo el alba, casi entre dos luces, te cruzas de vuelta encontrada con otra vela que navega fanales apagados, a menos de un cable, silueta oscura indefinida entre mar y cielo. Y cuando pasa a tu altura, en ese velero desconocido brilla la luz de una linterna, una, dos, tres veces. Y tú respondes con otros tres destellos idénticos mientras la silueta del velero se aleja en la oscuridad, hacia la línea clara que comienza a insinuarse en el horizonte. Allí donde todavía están a salvo los delfines y los hombres que sueñan con ser libres. [...]

martes, 4 de marzo de 2008

Invierno o Primavera

Este fin de semana, de nuevo, he salido a navegar. El día, la temperatura y el sol eran más propios de la primavera que del invierno.

Fuera de la bahía, el mar era invernal, frío, azul oscuro, con un mar de fondo que levantaba olas de más de dos metros, sin rompiente y que hacían que, en ocasiones, perdieras de vista a los barcos que tenías cerca al quedarte en el seno.





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