sábado, 21 de febrero de 2009

El Gran Azul


Esta mañana, al amancer, me he levantado, sin hace ruido he conectado mi pc y he mirado la previsión meteorólogica para hoy en diferentes páginas. Pronóstico uniforme, vientos del SW rolando al NE de entre 10 y 15 knts. Condiciones perfectas.

He salido con Nilsson a dar un paseo. Había bastante bruma y no se veía que podría deparar el cielo detrás de esa neblina.

A pesar de eso me he ido a Pedreña, a mi puerto, esperanzado. Por el camino he parado a desayunar en una cafetería del Paseo Pereda, en parte por darme el lujo de desayunar despacito, sin prisas y en parte por dar tiempo a la bruma a quitarse de en medio. He desayunado un enorme café con leche, un zumo de naranja y una tostada mientras echaba un vistazo a la prensa deportiva (la otra la evito hace unos meses).

He llegado al puerto muy pronto, he abierto los tambuchos , el acceso a la cabina y los portillos para ventilar, he arrancado el motor para que calentara y he preparado la jarcia y la maniobra de forma que al salir el izado del velamen fuera lo más rápido posible. Después me he abrigado, me he puesto la ropa de agua, aunque ya la bruma levantaba y se adivinaba un día despejado.

Después, aunque esté feo que lo diga yo, he salido del atraque en una maniobra perfecta y he dejado atrás el puerto.

Y todo era igual que siempre. A pesar de que hacía mucho tiempo que no navegaba todo era familiar y tan cálido y agradable como siempre. La bahía, tan temprano, plagada de barquitas de pescadores. La pedreñera que cubre el servicio de pasajeros entre Santander y el otro lado de la bahía cumpliendo su recorrido. Un remolcador casi inmóvil a la entrada de la Bahía esperando a un carguero. Los barcos de la escuela de vela en las rampas de Puertochico con los niños jugando mientras los aparejaban. Los marineros del marítimo colocando las boyas para las regatas de la tarde. Todo tan armonioso, tan tranquilo.

He disfrutado muchísimo. He cerrado los ojos y a pesar del frío he sentido el sol en la cara, he respirado profundamente el olor del mar, me he relajado, me he olvidado de esta maldita crisis y en mi corazón, durante un par de horas azules ha vuelto a ser verano.

Buenas noches a todos.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Marinero en tierra

Hace muchas semanas que no navego. Este invierno es de los más largos y duros que recuerdo. Frío, lluvia, granizo, nieve, temporales, olas monstruosas.... En fin, no ha habido ocasión, desde hace un par de meses, de salir a navegar sin correr el riesgo de aparecer, para vuestro deleite, en el telediario siendo rescatado por Salvamento Marítimo.

Echo de menos los ritos, llegar el viernes a casa, después de una semana de trabajo, y planear la salida del día siguiente, preparar la ropa, mis viejos naúticos blanquecinos por el salitre, mis bermudas desgastadas, la comida y agua, cambiarme el reloj por el que uso para navegar y meterme en la cama, cansado pero feliz, pensando en la singladura.

Echo de menos sentir el sol en la cara, el salitre en la piel, escuchar el ruido del viento en los obenques y en las velas, el sonido del agua en el casco y la sensación de tranquilidad, de serenidad que me invade cuando estoy ahí, en el gran azul, donde los hombres buenos y los delfines aún pueden sentirse libres (como relataba magníficamente Pérez-Reverte).