Son los Guerreros del Océano. Así les llamó Rob Mundle en la dedicatoria de uno de sus muchos libros que tratan sobre las grandes regatas transoceánicas. En su dedicatoria escribió: "A los Guerreros del Océano que se atreven a vivir nuestros sueños".
Me refiero a los grandes navegantes: Robin Knox-Jhonston, Peter Blake, Bruno Peyron, Eryc Tabarly o Graham Dalton por citar algunos.
Son autores de gestas increíbles en el mar, de hazañas impresionantes en algunas de las regatas más espectaculares, duras, peligrosas e intensas de los últimos tiempos: Sidney-Hobart, Vendee Globe, Fastnet, Whitbread, Transat, Velux Five Oceans o Volvo Ocean Race.
El mundo de la navegación a vela puede parecer elitista o incluso snob y, desde luego, esta es una crítica que debe ser aceptada en una u otra medida. Pero quien conozca mínimamente las condiciones en que se desarrolla cualquiera de estas regatas sabe que, en estos casos, no hay espacio para las apariencias, que a este tipo de Pruebas, con mayúscula, sólo pueden enfrentarse los mejores, los más fuertes, los más preparados y sobre todo, los más valientes. En cualquier caso hombres y mujeres, de una u otra forma, "especiales".
Navegar surcando los 40º de latitud Sur (los 40 rugientes los bautizaron los ingleses), con vientos de 40, 50 ó 60 nudos como climatología "normal" de estas latitudes. Escalar gigantescas olas verticales con rompientes, precipitándose desde sus crestas a abismos de 1o y 15 metros. Sortear icebergs, ballenas, contenedores a la deriva, en una regata que dura meses, sin escalas, sin posibilidad de asistencia, con la ropa permanentemenete mojada, malcomiendo comida liofilizada, durmiendo vestido no más de cuatro horas seguidas entre guardias, sin apenas higiene personal... En fín, hay que ser un valiente, un apasionado del mar y tener grandes dosis de tenacidad y perseveración.
De todos ellos siempre he sentido una especial admiración por el neozelandés Peter Blake al que ya en vida se le concedió el Título de Caballero del Imperio Británico ganando el derecho a ser llamado Sir.
Aparte de su impresionante palmarés; varias participaciones en la Whitbread, Fastnet, Vuelta a Australia, Sydney Hobart y en muchas más regatas transoceánicas, sus principales logros se cuentan por victorias: la Sidney Hobart de 1980 y 1984, la Vuelta a Australia a dos de 1988, la Fastnet de 1989-1990, su impresionante primer puesto en tiempo real y compensado en todas las etapas de la Whitbread de 1989-1990 que le dieron una aplastante victoria sobre sus competidores, el Jules Verne Trophy estableciendo el récord de vuelta al mundo a vela sin escalas en 74 días, 22 horas y 17 minutos en 1994, la Copa América de 1995 y la posterior Defensa de la Copa en 2000...
La relación de las gestas, logros, records y victorias de Peter Blake es interminable. Sin embargo, profundizando en lo que fue la vida de Peter Blake, lo más atractivo y cautivador es el enorme componente humano y calidad personal de tanto talento para la navegación a vela, de tanta capacidad de resistencia y de tanta valentía, y la irresistible capacidad de formar, aglutinar y sostener tripulaciones, que en este tipo de regatas no son otra cosa que grupos de hombres y mujeres dispuestos a poner sus vidas los unos en manos de los otros y sobre todo en manos de su capitán.
Peter Blake es considerado uno de los más grandes navegantes de la historia y sin embargo es recordado por todos los que han formado parte de sus tripulaciones como un tipo sencillo, un patrón preocupado hasta el límite por todos sus tripulantes, conciliador en los conflictos, comprensivo con los errores ajenos y sobre todo compasivo con sus rivales, humilde en la victoria y valiente en la derrota. Un luchador de acero, inasequible al desaliento, callado, modesto y con un enorme y noble corazón. Un caballero.
Peter Blake murió asesinado en el Amazonas por unos piratas fluviales a los que se enfrentó para salvar la vida a un miembro de su tripulación en 2001, cuando había dejado de lado la alta competición para dedicarse a la divulgación ante la opinión pública mundial de la necesidad de preservar el mar y los océanos para salvar el planeta, las especies y, en definitiva, la vida tal y como la conocemos, organizando y llevando a cabo expediciones científicas a los Polos o al Amazonas. Generoso y valiente hasta al final. Un verdadero Sir.
Le guardo un hueco de enorme simpatía y profunda admiración en mi corazón a Peter Blake, ese neozelandés rubio, risueño y tímido.
God saves Sir Peter.
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