
Los dos días han sido buenísimos aunque hayan sido, desde el punto de vista de la navegación, bastante diferentes. El sábado hizo mucho viento, del NE, y fresquito, algo de mar de fondo con olas de 1,5 metros más o menos. El domingo fue bastante más tranquilo, menos mar y mucho menos viento.
El sábado fue uno de esos días de NAVEGAR, de estar atento al mar y al viento, de cierta exigencia y de mucho disfrute al gobernar el barco. De estar atento y de deleitarse sintiendo al Stay Calm saltando entre las olas alegre y seguro.
El domingo fue un día completamente diferente. Amaneció despejado, el cielo de un azul intenso que solo blanqueaba en la línea del horizonte teñido por esa bruma tan tipica del amanecer en el Cantábrico. No se levantó viento hasta bien entrado el día así que pude dedicarme a simplemente flotar, empujado de vez en cuando por alguna racha de viento muy muy leve y a hacer fotografías.
El domingo de vuelta a Pedreña, a mi puerto, entraba por "la canal" despacito, con el motor casi en punto muerto repasando mentalmente lo que habían sido esos dos días de mar y viento. Impresionado por tanto azul. Intentando retrasar lo inevitable, ralentizando la vuelta a tierra firme donde a veces no sabes quién eres y donde casi siempre todo es mucho más difícil que en el mar.