
Charlando hoy con un amigo me comentaba la historia del Saltillo que yo no conocía, si bien sabía que este precioso velero de acero había tenido relación con nuestra Casa Real. La historia que me ha contado Charli (debe tener una memoria prodigiosa, puesto que no ha errado ni uno sólo de los muchos datos con que ha enriquecido su relato) me ha gustado y me he puesto a buscar en la red información sobre este barco con el objeto de escribir estas líneas.
El Saltillo fue construído en 1932 en los astilleros G. de Vries Lentsch de Amsterdam según un diseño (de casco y aparejadura) del arquitecto naval E.P. Hart, casco de acero, 72 pies de eslora.
Inicialmente perteneció a un caballero inglés, D. Lawrie, quién fue su armador algo más de un año antes de ponerlo en venta.
En 1934 el velero es adquirido por Don Pedro Galíndez quien le impone el nombre de Saltillo, el mismo que su casa de Portugalete, llamada así por el pequeño desnivel que había que salvar para acceder desde la casa a la playa. En los astilleros Campers & Nicholson se terminó de acondicionar los interiores del Saltillo para su nuevo dueño.
Durante la guerra civil accidentalmente fue alcanzado por una bomba y tras muchas vicisitudes su propietario Don Pedro Galíndez, amigo personal de Don Juan de Borbón, le cede al Rey (como llamaban los monárquicos a Don Juan) el Saltillo, en 1946, en la época más dura y comprometida para Don Juan, padre de nuestro actual rey, que se había establecido en Estoril en Enero de ese año, desterrado.
Con el Saltillo y formando parte de la tripulación su armador, Don Pedro Galíndez, participó Don Juan en las Olimpíadas de 1948, primeras en celebrarse tras el conflicto mundial. Estando a bordo recibió Don Juan detalles a través de Mercedes Maiz, esposa de Galindez, para reunirse con Franco en La Coruña. Don Juan hizo caso omiso. Siempre se negó a pisar suelo español mientras no estuviera restablecida la monarquía.
Esa entrevista finalmente se celebró en el mar, el 25 de agosto de ese mismo año, a cinco millas al norte del Igueldo, en aguas de San Sebastián. Al parecer en el momento de la entrevista había una fuerte marejada y la conversación tuvo lugar con Don Juan a bordo del Saltillo y Franco en la cubierta del Azor.
En esa entrevista se decidió el futuro de España, en lo que a forma de estado se refiere. Don Juan nunca reinaría y para que pudiera hacerlo su hijo, el entonces Infante Juan Carlos, y al amparo de la ley franquista de sucesión, debía trasladarse a España para ser educado allí. Franco y Don Juan acuerdan que esto sea así pero todo lo relativo a su formación y tutores será decidido por Don Juan. Para Don Juan de Borbón, como legítimo sucesor de su padre, Alfonso XIII y como padre de un niño al que debía envíar lejos, fueron momentos durísimos.
Según relata el Conde de Zubiría en un libro al respecto, tras la entrevista Don Juan saludó, se puso al timón y dio las órdenes oportunas a la tripulación, mientras Franco, sentado en una silla, aguantaba, como podía, los bandazos del Azor, sacudido por la marejada. En tres minutos y medio -tiempo récord- estaban izadas todas las velas del Saltillo que se alejó a toda marcha.
En el palo del Azor apareció la señal internacional de "Buen Viaje", contestada, en el acto, por la de "Muchas gracias" desde el barco del Rey. Minutos después, ambos interlocutores se habían perdido de vista. Don Juan se volvió a la tripulación del Saltillo y les felicitó: "Buena maniobra. Bravo, muchachos".
"Para que aprendan esos gallegos" fue la respuesta lacónica de los marineros vascos del Saltillo».
En 1958 Don Juan, Conde de Barcelona y una tripulación compuesta por el Duque de Arión, el Almirante Ratsey, el Duque de Alburquerque, Jose María Burgoa, Eduardo Caro, Manuel Pinheiro. Pedro Uriarte, Evaristo Núñez, Dionisio Ortega y Jorge Arnoso emprenden, a bordo del Saltillo el cruce del Atlántico rumbo a América. Don Juan, siguiendo una de las rutas de Colón, cruzó doblemente el Atlántico, con partida y final de las travesías en Lisboa. De aquella aventura, que fue seguida y cubierta por toda la prensa europea y americana, sólo informó en España el ABC. Que el Rey, que así se le conocía a Don Juan, se hiciera a vela y en un barco de treinta metros la ruta de Colón, era poco menos que una impertinencia para un Régimen que masacraba su figura con especial dedicación. En su singladura, Don Juan y su tripulación vencieron al aburrimiento de la calma y a la angustia de los huracanes, y vieron asombrados la caída de un artefacto volador a muy pocas millas de distancia, y que resultó ser uno de los primeros «sputnik» de la Unión Soviética.
Años más tarde el Saltillo fue cedido por su armador a la Escuela de Naútica de Portugalete y ha sufrido algunas vicisitudes más hasta su última restauración.
Buscando información en la red he encontrado un artículo de Alfonso Ussía en ABC sobre el Saltillo y con ocasión de la visita a Santander en la regata de grandes veleros Cutty Sark, del que extracto estas palabras:
"... Ese barco bilbaíno es un trozo aún vivo de nuestra reciente Historia, y da gusto encontrárselo de golpe, con el mismo perfil de siempre, su bandera de siempre, su airoso dibujo de siempre, y siempre con las sombras figuradas en su cubierta de quienes más y profundamente lo navegaron y quisieron. Don Juan y «Peru» Galíndez, amigos profundos y sin estridencias.
En ese velero vasco que una mañana partió del Abra para dibujarse durante años en el horizonte de Estoril y Cascais, se escribieron páginas de dignidad y firmeza, y se navegaron miles de millas con el Rey desterrado.
Por eso he escrito que a muy pocos les dirá algo el nombre de «El Saltillo», y que en el maremágnum de una regata como la «Cutty Sark» con centenares de barcos asombrosos, quizá sus dos mástiles y sus treinta metros apenas se destaquen.
Pero de todos los que hasta Santander han arribado y van a llegar, ninguno puede presentar tanta nobleza, tanta generosidad y tanta historia como ese «Saltillo» de Pedro Galíndez y Mercedes Maiz, que al referirse a su propio velero siempre lo hacían como «el barco del Rey.
A bordo del «Saltillo», al mando del capitán Cayuela, navega una tripulación compuesta por quince alumnos de la Escuela de Náutica de Bilbao. No lo sé, pero las cosas siempre vuelven a su sitio y no hay quien las mueva. Algunos de esos alumnos ignorarán la historia, el pequeño mundo, del barco en el que navegan. El gran balandro vasco que, gracias a la generosidad de sus dueños, navegó por todos los océanos con el viejo Rey que nunca renunció a la dignidad.».
Siempre recuerdo a Don Juan en las imágenes de la ceremonia de abdicación de sus derechos dinásticos en favor de Don Juan Carlos.
El padre cuadrándose militarmente, con la cabeza inclinada frente a su hijo, frente al Rey, pronunciando con la voz quebrada por la emoción, por años de sufrimiento e incertidumbre estas palabras: "Majestad, por España, todo por España. Viva España. Viva el Rey"
Para mi también, desde ahora, el Saltillo ya siempre será el barco del Rey, Don Juan de Borbón y Battemberg.
Gracias, Charli.