domingo, 30 de agosto de 2009

Under Construction (Re)

Puede resultar manido pero es cierto. Establecemos una relación con el barco que va más allá de la pura posesión de algo o de la consideracón de tu barco como un simple objeto o un medio de transporte. Un coche, en mi caso, es una simple máquina, en algunos casos asombrosamente sofisticada eso sí, y siempre de utilidad, pero no pasa de ahí.

El barco tiene espíritu y, como en el caso de los perros, se suelen parecer a sus amos. Hay barcos alegres, tranquilos, marineros, insulsos, torpes, nobles, cursis, elegantes y hasta barcos aboslutamente idiotas (yo he conocido un par).

Nunca hasta ahora me he parado a pensar qué clase de barco es el Stay Calm o qué adjetivos lo definen y supongo que sería más acertado pedir esa descripción a alguien que no fuera yo, ¿qué va a decir un padre de su hijo favorito?, pero eso no es posible así que abordaré la cuestión con la menor subjetividad posible y tratando de ser autocrítico y realista.

El Stay Calm está en la treintena, puede parecer mucho tiempo (imaginaos un coche de 30 años...) pero vino al mundo con cuidados y buenos materiales y técnicas de fabricación por lo que puede decirse que, en lo que a la edad se refiere, está bien conservado y en la flor de la vida.

Es un barco pequeño y en algunos aspectos es incómodo (el paso de la bañera hacia proa es complicado, sobre todo con un poco de mar, y se echan de menos unos centímetros más de manga, especialmente en popa). Sus líneas son propias del diseño imperante en los 70, con el casco en forma de V, primando la seguridad sobres otras consideraciones, como la velocidad, que hoy, por contra, imperan casi siempre.

En navegación es un barco alegre, como lo definió alguien que conozco "con un navegar muy rumboso". No anda mal con vientos suaves y con vientos fuertes es un barco seguro, noble, que perdona sin dudar los errores de su patrón y que pese a su escasa eslora se comporta con valentía. Con mar no se arredra y te trasmite calma y seguridad a pesar de los saltos.

Si tuviera que escoger una sola palabra para definir mi barco diría que es Marinero. Según el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua la definición para este adjetivo es: Dicho de una embarcación: Que posee las características necesarias para navegar con facilidad y seguridad en todas circunstancias. Creo que el Stay Calm cubre los extremos de esta definición.

Como en cualquier relación pasamos por etapas de todo tipo. Hay épocas en las que todas las horas juntos son pocas. Hay veces que, para no arruinar la relación, es bueno separse, dejar que corra el aire y verse menos. Pasamos por fases de indiferencia, de apasionamiento, de enfado...

Este verano el Stay Calm y yo hemos pasado muchas horas juntos, horas de felicidad, de disfrute, sintiendo calor en la piel y en el corazón (que es la mejor emoción), compartiendo el tiempo con mi familia y algunos amigos. Hoy, mientras pasaba el domingo por la tarde, solo, en mi barco, en el pantalán, lijando y barnizando (tecera capa) algunas piezas de madera, pensaba en todo esto que os cuento. Trabajar con las manos no es lo mío y sin embargo creo que es una buena medicina para nuestras mentes. Te permite dejar atras las preocupaciones cotidianas y otras que no lo son tanto ,y nos produce satisfacción y orgullo la contemplación de lo que hemos creado, de lo que logramos.

Y pensaba esto esta tarde, una calurosa y despejada tarde de verano, descalzo, tumbado sobre la cubierta del Stay Calm, en posturas imposibles, lijando y barnizando su madera y me he sentido bien y al tiempo un poco culpable por no haberlo hecho antes. Me cuida, a mí y a los míos, me hace feliz y yo, desgradecido, le escatimo unos mínimos cuidados... Pero también me he dado cuenta, de que le estoy redescubriendo, que me ha vuelto a conquistar y que tengo un montón de cosas en mente para él, para mejorarle y que sea el barco más guapo y digno de todo la bahía.


Buenas noches donde quiera que esteis.

martes, 25 de agosto de 2009

Las Perseidas

Cada año entre el 17 y el 24 de agosto la tierra cruza la órbita del cometa Swift-Tuttle que deja tras de sí multitud de partículas que apreciamos desde la tierra en forma de estrellas fugaces. Se llaman Perseidas porque la lluvia de estrellas se hace más visible junto a la constelación llamada Perseo.

Ni siquiera recuerdo qué día exacto era pero recuerdo que el día había sido muy bueno. Despejado, azul, cálido. En definitiva, un gran y agradable día de verano. Al salir del trabajo recogí a mi gran amigo Javi en su casa y salimos a navegar, hasta la Playa de Mataleñas, baño incluido en alta mar con el barco al pairo.

Al volver a Santander después de dejar el barco en Pedreña decidimos ir a un prado que hay tras el faro de Cabo Mayor y ver desde allí la lluvia de estrellas.

Y allí nos tumbamos sobre la hierba, mirando el cielo, disfrutando de una noche cálida, de un cielo despejado y cubierto de estrellas, del sonido del mar en los acantilados cercanos y de la impresionante vista del mar entre La Magdalena y Cabo Mayor, con las luces de fondeo de algunos mercantes en el Abra y las luces de la ciudad en la costa.

No vimos demasiadas estrellas pero, para mi, fue la noche que etiqueta este espléndido verano.

La foto está tomada esa noche.

Donde quiera que estéis... Buenas noches.

sábado, 1 de agosto de 2009

El Puntal

Con este nombre, en Santander, nos referimos a un inmenso arenal, con forma de sable, que está en la Bahía. Se extiende desde la Isla de Santa Marina y los pueblos de Loredo y Somo, en un recorrido de más de 2 kilómetros, y fimalmente penetra, como la punta de una espada, en la Bahía, a no demasiados metros de la playa de La Magdalena, junto a la canal de acceso de los mercantes a la ciudad de Santander.

Tiene dos orillas, la sudoeste que queda enfrente de Pedreña y la nordeste que mira de frente a la ciudad de santander y su bahía. La orilla sur es de aguas más frías al recibir la corriente del Río Cubas que desemboca cerca. Además es de aguas más mansas que el lado opuesto. La orilla Norte es de aguas más templadas pero más bravas, uno parte de la playa en esta zona se llama Las Quebrantas, nombre bastante ilustrativo y que en el pasado fue un lugar donde fueron a naufragar no pocos navíos.

Al Puntal se puede acceder por tierra o por mar. Desde Santander en los meses de verano hay un servicio de lanchas de pasajeros que cubre, cada media hora, los trayectos de ida y vuelta desde la ciudad hasta la playa y viceversa. Por tierra se puede acceder circundando la bahía, desde los pueblos de Loredo y Somo.

Es una playa tan grande, tan impresionante, que da opciones para todos los gustos. A quien le guste la tranquilidad probablemente elegirá la parte nordeste, más batida por el viento pero con una incomparable vista de la Bahía, la península de la Magdalena, la Isla de Mouro y el mar abierto hacia el norte. La parte sur queda para quien busque protección del viento, un fondeadero atestado de barcos en verano y un par de chiringuitos en los que tomar una caña fresquita y las típicas raciones de Santander; rabas, bocartes, almejas, navajas, caracolillos...

A esta playa he ido desde que tengo memoria. Con mis padres. Recuerdo felices y largos días de playa en el Puntal, los baños en la parte norte. Contemplar la salida del Ferry a Plymouth a escasos metros de la orilla. Los paseos hasta Somo con mi madre. Sentarme en el embarcadero de madera a ver los saltos y piruetas de algunos bañistas.

Después, sin saber bien por qué, pasaron muchos años sin volver al Puntal.

Este verano he vuelto a pasear por su arena y, repentinamente, mil recuerdos felices, y perdidos hasta ahora, han vuelto a mi memoria. Mil sensaciones que me han hecho recordar y sonreir. Ahora voy con mi propia familia, mi mujer y Victoria.

Colores, olores, tactos, sonidos, imágenes... La fínísima y cálida arena, el olor a gasolina de los motores fueraborda, la sensación de pisar la seca madera del embarcadero, el roce de las hojas de las plantas en la parte alta del arenal, en las dunas, el olor del viejo chiringuito de madera, el fuerte viento nordeste, la arena fangosa en la orilla sur, el ruido de los motores diesel de las lanchas rojas de pasajeros...
Y lo mejor de todo, por un momento he cerrado los ojos y he podido oir la voz de mi padre explicándome cosas, el olor de mi madre... y me ha invadido una enorme sensación de tranquilidad, de seguridad, de protección.

Ahora ellos ya no están aquí.. pero no importa... Porque sé que cada verano puedo ir al Puntal y cerrando los ojos y dejándome llevar podré reunirme con ellos, sólo un instante, y ver otra vez a mi padre saliendo del mar, alto, invencible, y sentir el tacto suave y cálido de la piel de mi madre mientras me abraza, sentados los dos, mirando al mar.

Tengo que contárselo todo a Victoria.