sábado, 19 de enero de 2008

A escondidas...

Vivo en Santander muy cerca del mar, desde mi ventana veo el abra del Sardinero y de noche el haz de luz del faro de Cabo Mayor penetra por la ventana de mi habitación y me hace sentir su presencia y me da seguridad.

Me siento afortunado por vivir en esta ciudad y poder navegar en su bahía. En días en los que en mar adentro no se podría navegar debido a la climatología, se puede salir a dar una vuelta por la bahía amparado en la proteción que te otorga y eso sí, cogiendo algún rizo.

El pasado ha sido un buen verano. Aquí todo el mundo dice lo contrario pensando en que este año las temperaturas no han sido muy buenas, ha llovido algunos días y se ha podido ir poco a la playa.

Insisto. Ha sido un verano increible. He salido a navegar casi todos los días, con mucho o poco viento pero guardo en mi recuerdo algunos días increíbles, con vientos de 15-17 nudos, así, sin pasar de ahí, viento limpio, sin rachas, con poca mar, en los que el barco ha navegado con una nobleza y una agilidad que te daban ganas de tirarte a la bañera y darle besos. Algúnos días me ha acompañado un buen amigo, Javi, que pese a vivir aquí desde hace más de 20 años es, de corazón, mediterráneo. Ha nacido en Ceuta y se ha criado en La Manga y siempre andamos discutiendo, amistosamente, de donde se disfruta más de la navegación (supongo que por entreternos en algo). Uno de estos días mágicos de los que os hablo, un sábado cualquiera, nos hicimos a la mar a las 10 de la mañana con idea de dar una vuelta corta, sin salir de la bahía, como mucho fondear a darnos un baño en la isla de Mouro, y a la hora de comer estar de vuelta en casa, con nuestras familias. Cuando la marea comenzó a subir empezó a hacerlo también el viento y en fin, no tengo palabras para explicarme, no soy escritor, pero puedo deciros que a mis 37 años, esas horas de navegación son las que más he disfrutado en mi vida navegando por mi bahía y el sardinero. Después de un par de horas de no hablar entre nosotros, de simplemente navegar, de ir concentrados mirando los catavientos, las velas, de hacer las maniobras entendiéndonos con la mirada, de cerran unos segundos los ojos (sí, sí, ya sé que haciendo esto me puedo empotrar por tonto) para sentir el viento en la cara, Javi (que es un poco bestia) dijo: "La verdad es que hace un día cojonudo para morirse".

Yo, porque lo conozco sonreí y sólo le dije "Que animal eres, Javi". Pero después, ya tranquilamente en casa pensando en todo lo que había disfrutado este día entendí lo que había querido decir mi amigo del alma. Si hay que morirse que sea en un día así. Creo que Javi tiene razón.

Ahora se terminó el navegar todos los días. He vuelto al trabajo, tengo un horario digno de la cabaña del tio Tom y sólo me quedan los fines de semana pero os contaré un secreto. Me levanto un poco antes de lo que debería, saco al perro, un labrador que se llama Nilsson y que es de la familia, me ducho y sin desayunar me voy corriendo en el coche al puerto deportivo a estar un rato con mi barco, a veces ni siquiera subo a bordo, sólo me paro en el pantalán y me fumo un cigarro mirándolo, compruebo la tensión de las amarras, miro a la línea de flotación intentando calcular cuando deberé sacarlo del agua para dar patente o miro los cabos, qué se yo, cualquier cosa.

Después me voy volando a trabajar y no sé por qué no le cuento a nadie que por las mañanas voy a ver mi barco a escondidas. Y que eso me ayuda a empezar el día.

3 comentarios:

Leni Qinan dijo...

Fernando, felicidades por tu post, tan sencillo y a la vez tan profundo como la vida misma. Qué suerte tienes de vivir al aldo del mar y verlo todos los días. Yo soy mediterránea 100%, pero sólo puedo verlo en verano. Es bonito cómo mimas tu barco, toda una metáfora. Y luego dices que no eres escritor!
Bss. Leni.

pirata princes dijo...

Cada vez que leo "A escondidas",se me ponen los pelos como escsrpias y aunque en su dia ya lo dije,hoy lo repito¡eres un artista!!
Un abrazo
laura

Fernando dijo...

Machio, tú sí que tienes arte.